POEMAS

1922.- Desolación

1923.- Lecturas para mujeres

1924.- Ternura

1938.- Tala

1938.- todas íbamos a ser reinas

1954.- Lagar

BIBLIOGRAFIA

Lucila Godoy Alcayaga mejor conocida como Gabriela Mistral, nació el 7 de abril de 1889 en Vicuña, Gabriela Mistral creció en un ambiente rural donde comenzó a forjar su sensibilidad poética desde una edad temprana. A pesar de que su solicitud para ingresar en la Escuela Normal de Preceptoras de La Serena fue rechazada, nunca abandonó su pasión por la enseñanza. Su carrera docente comenzó en 1903 y continuó en varias localidades de Chile, mientras colaboraba con medios de comunicación como "La voz del Elqui". En 1910, obtuvo finalmente el título de maestra en la Escuela Normal Nº1 de niñas en Santiago. Este fue el inicio de una carrera que la llevaría a convertirse en una de las voces más importantes de la literatura iberoamericana. En 1914, su talento literario fue reconocido a nivel nacional al ganar los Juegos Florales de Santiago con sus "Sonetos de la Muerte", adoptando desde entonces el pseudónimo de Gabriela Mistral.

A lo largo de su vida, Gabriela Mistral no solo dejó una huella imborrable en la literatura, sino también en la educación y la diplomacia. Tras la publicación de su primer libro, "Desolación" (1922), fue invitada por el gobierno mexicano a participar en la reforma educativa liderada por José Vasconcelos, demostrando su compromiso con los valores democráticos y sociales. Más tarde, en 1945, se convirtió en la primera mujer latinoamericana en recibir el Premio Nobel de Literatura, una distinción que coronó una carrera marcada por su inquebrantable compromiso con la justicia social, los derechos de las mujeres y los pueblos indígenas. Sus años como diplomática y escritora la llevaron a vivir en Europa y América, pero su conexión con Chile nunca se debilitó. 

Falleció en Nueva York el 10 de enero de 1957, dejando un legado que sigue inspirando a generaciones alrededor del mundo. Entre sus contribuciones menos conocidas, se encuentran sus adaptaciones en verso de cuentos clásicos como "Cenicienta" y "Caperucita Roja", lo que demuestra su inagotable versatilidad literaria.